Me llamo Silvia Calderón, acabo de cumplir 90 años y quiero que nadie olvide la historia de María Teresa Bustillos, hija de mi esposo Eduardo Bustillos. A pesar de no ser mi hija biológica, yo la quería como si lo fuera. En 1974, ella cursaba el último año de Trabajo Social, militaba en el MIR y estaba muy comprometida con la defensa de los derechos humanos cuando el 9 de diciembre, la DINA la detuvo en su domicilio. Al saber la noticia, mi esposo sufrió una hemiplejia y entonces fui yo la que asumió su búsqueda en las cárceles donde pudieran darme algún dato, hasta que su nombre apareció como una de las 119 víctimas de la Operación Colombo. Como madre de desaparecido, participé en la agrupación de detenidos desaparecidos en la vicaría de la solidaridad. Toda mi vida quedó truncada con el golpe. Mi marido murió como consecuencia de la hemiplejia, mi hija biológica también fue detenida, otra hija tuvo que salir a Argentina y mi otro hijo se fue a Canadá. Yo soy parte de esas víctimas anónimas que han sufrido y que llevamos dentro un dolor permanente.