Durante mi adolescencia, en los años 80, recibí como una confesión, este relato de un amigo. Nadie que haya vivido lo que pasó en la Universidad Técnica del Estado de Santiago podría contarlo de otra manera. El 11 de septiembre de 1973, los estudiantes llegaron a la UTE, febriles y desarmados, discutieron en asamblea y decidieron esperar a los Militares. Cuando empezó la balacera, todos se resguardaron mientras veían cómo los uniformados disparaban hacia la universidad a partir de dos edificios colindantes. Al día siguiente, el rector Enrique Kirberg obtuvo permiso para que los estudiantes salieran del recinto, pero cuando los jóvenes empezaron a desplazarse, una ráfaga de ametralladora los obligó a esconderse nuevamente. Desde su refugio, mi amigo vio un cuerpo tirado en el patio de los Naranjos; no sabía si la persona aún vivía, pero decidió llegar hasta ella y la arrastró hacia el interior, donde otras compañeras se encargaron de socorrer a ese ser inocente bañado en sangre. Nunca supo quién era ni si había sobrevivido… hasta agosto de 2018 cuando un abogado lo contactó para pedirle su participación en una reconstitución de hechos en el marco de una querella judicial. Marianela Vega, La Peca, estudiante de segundo año de Ingeniería del Tránsito y militante de las Juventudes Comunistas, fue quien recibió los proyectiles, en la mandíbula y en la espalda. Tras 10 años de terapia reconstructiva, la Peca partió a vivir a Italia donde formó una familia, pero nunca olvidó lo sucedido y decidió pedir justicia. Pero sobre todo, a 45 años de los hechos, quería darle las gracias a quienes le salvaran la vida.