Me llamo Luis ALVARADO SARAVIA. Hasta mi detención, a los 32 años, yo era empleado bancario, deportista y dirigente del Partido Socialista. Después del golpe, la dictadura instaló consejos de guerra para juzgar a partidarios y simpatizantes de la UP. Yo soy uno de los juzgados en Magallanes. El 12 de septiembre del 73, me presenté en el Regimiento Pudeto porque había sido llamado por el Bando Militar transmitido por televisión. Ahí, me arrestaron sin ninguna autoridad. En los días antes del juicio, me sometieron a todo tipo de tormentos físicos y psicológicos, el sufrimiento era tanto que no aguanté más: al octavo día de tortura firmé todo lo que me pasaron. Entré al juicio con un terno que me bailaba en el cuerpo; tenía 30 kilos menos, después de pasar por distintos recintos de tortura y permanecer incomunicado en el regimiento. El fiscal pedía pena de muerte para mí y para Edgardo Avilés Venegas, dibujante técnico de 34 años, los de la FACH pedían cadena perpetua pero una persona pidió 541 días y eso hizo la diferencia. Al encontrar a nuestros compañeros nos abrazaron, porque quedamos con vida, y la verdad, eso era para sonreír, porque con vida puedes hacer de todo. Estuve preso casi 3 años y luego salí exiliado a Dinamarca. En 1990, quise retomar mi vida en Punta Arenas, pero encontrarse cara a cara con mis torturadores, que se movían sin problemas por la ciudad, era demasiado y me radiqué en Castro. Hoy, después de 49 años, al fin he logrado una forma de reparación, pero lo que sufrimos cada uno de los juzgados y torturados en Magallanes, no se paga con dinero ni se olvida.