Mi abuela, “mami Chela” no salió al exilio, ni fue detenida pero al igual que miles y miles de chilenas su vida y su familia se vieron alteradas por siempre a partir de septiembre del 73. Dos de sus hijos fueron arrestados y uno torturado con descargas eléctricas, práctica que se conoce como “la parrilla”. Uno en Concepción y el otro en Temuco. Fue ella la que abrió la puerta de la casa cuando fueron a buscar a mi tío Nano. Era mediodía, tenía su delantal puesto porque estaba cocinando; corrió detrás de la furgoneta que se llevaba a su hijo por la calle de tierra. Con el tiempo el exilio le arrancó de su lado a sus dos hijas, sus dos hijos y mi abuelo.Después de muchos años me enteré de que mi “mami Chela”, esa mujer pequeñita tuvo la valentía de ayudar a otros, como cuando escondió en su casa a un joven militante del MIR. Él tenía que salir clandestinamente para poder ver a su pequeña hija y entonces mami Chela lo ayudaba a disfrazarse. Un día no regresó. Lo asesinaron en plena luz del día en una calle de Temuco.