Me llamo Luis Alejandro LARGO VERA, cumplí 26 años, soy soltero, estudiante de electrónica, militante del Partido Socialista. Vivo con mi madre en una pensión en la calle Gorbea, en el centro de Santiago, llevamos una vida ajustada porque yo todavía no trabajo. El 14 de septiembre le dije a mi madre que iba a salir y no le pareció buena idea; el sector en que vivimos había sufrido muchos allanamientos porque hay varios pensionados universitarios y ya sabemos lo que los milicos piensan de los estudiantes. La tranquilicé diciéndole que iba cerca, donde unos amigos. Ahí estuvimos conversando de lo que pasaba y salí de vuelta a mi casa poco antes del toque de queda pero nunca llegué. Varios de mis compañeros de Partido fueron detenidos en ese mismo período y yo era conocido como militante en el barrio, por eso mi madre me buscó en las cárceles y en el Estadio Nacional, sin obtener ninguna información. Recién en 1985 presentó una denuncia por presunta desgracia pero la corte cerró el sumario diciendo que no se podía acreditar el delito. Sin embargo, a partir de eso, la Comisión concluyó que yo desaparecí por motivos políticos aunque no se conocieran las circunstancias exactas de los hechos. Y el tiempo les dio razón: en 2017 mis restos fueron identificados entre las víctimas inhumadas ilegalmente en el Patio 29 del Cementerio General.