Alfonso López Rosas era dirigente estudiantil de la UTE, la Universidad Técnica del Estado, donde cursaba su último año de ingeniería metalúrgica con sus 4 amigos de liceo. El día del golpe, los dirigentes y los estudiantes se quedaron a esperar a los militares, a enfrentarlos cara a cara; no se imaginaban lo que iba a pasar. La balacera empezó al caer la noche del día 11. El 12, trasladaron a las mujeres a la Estación Central y a los hombres al estadio Chile. A Alfonso y sus amigos los llevaron después al Estadio Nacional. Todos vivieron momentos espantosos. Al mes, el nombre de Alfonso apareció en el periódico como muerto en un enfrentamiento. A pesar de eso, su familia siguió esperándolo. Al cabo de 3 meses lo soltaron, con 3 de sus 4 amigos, 30 minutos antes del toque de queda, pero lograron resguardarse.A partir de ahí, quedó con orden de arresto domiciliario en un fundo de la familia en el Sur, hasta que gracias a una congregación de religiosas pudo partir a Canadá. Después de unos años pidió sus certificados para terminar su carrera, pero la UTE declaró que él jamás había estado inscrito. Alfonso no habla de su experiencia como una tragedia, cuenta sólo las anécdotas jocosas, es tal vez lo que le permitió sobrevivir a él y a tantos… Nunca ha dejado de implicarse socialmente, donde sea que ha estado, y ha recorrido mucho. Pero no ha vuelto a dormir bien, salvo cuando está rodeado de amigos.