Todavía me pregunto, yo, Beatriz Elena Díaz Agüero, por qué mi vecina nos delató. Es cierto, yo soy argentina y había llegado en marzo de ese año a Chile, con mi esposo Carlos Rodolfo Adler Zulueta. Yo era militante mirista pero en ese momento no estaba muy activa porque estaba embarazada de 6 meses. El 17 de octubre de 1973 en la madrugada, nuestro departamento fue allanado por efectivos del ejército. Éramos 6 conocidos que estábamos reunidos pasando un rato. Además de vivir en el mismo edificio, no teníamos otro vínculo. Son tantas las preguntas sin sentido que me hago, porque para nosotros no hubo detención, ni búsqueda de informaciones. Solamente una ejecución sumaria expeditiva que luego, gracias a un sumario interno, sería calificada de “error militar”, comunicándoselo así a nuestros familiares y procediendo el Ejército a presentarles “el pésame de la Junta de Gobierno por este gran error militar”. Más aún, en la respuesta entregada a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Gobierno de Chile informó que los seis detenidos, alrededor de las 05:00 horas del día 17 de octubre de 1973, “aprovechándose de las precarias condiciones del edificio, se fugaron por una ventana que carecía de protecciones, dirigiéndose a la carrera hacia una pandereta que cierra el recinto que da a unas poblaciones periféricas”. Suman así la mentira a la deshumanización de este acto.